El alma mater de «Un diabético en el Dakar», Dani Albero ha sido la primera persona con diabetes tipo 1 en participar en la carrera del motor más dura del mundo: el Rally Dakar. Su lucha, además de contra las dunas de arena, es contra otras dunas particulares; las de la glucosa y los prejuicios.
Pero como el valenciano afirma con humor: “El gas y la insulina que no falten”.
Cuando se habla de “inclusión” tiende a pensarse en vías de integración para personas con algún tipo de discapacidad grave que, de otro modo, no encontrarían una oportunidad en el mercado laboral o la vida social. Pero existe otra “inclusión” -igual de trascendente- que pretende, simplemente y no es poco, romper barreras que aunque parezcan menos graves pueden acabar resultando igual de descorazonadoras.
La diabetes es una de esas aparentes “barreras” y lo que pretende el valenciano Dani Albero con su proyecto “Un diabético en el Dakar” es demostrar que esta enfermedad crónica no representa ningún tipo de impedimento y motivar a las personas como él a realizar actividades deportivas.
Como él mismo explica muy gráficamente “ser diabético es una condición que te hace tomar todos los días más de 45 decisiones extras. Nos obliga a tener un control en todo momento para poder desarrollar cualquier actividad pero eso no es ningún impedimento para hacer todo aquello que tengas en mente y poder así cumplir tus sueños”.
El de Dani era participar en el Dakar y con la 2023 ha culminado ya cuatro ediciones del rally más duro del mundo; dos en moto y dos en coche.
De la tragedia a la superación
Una meningitis que sufrió a los 9 años y le afectó al páncreas fue la causa de su diabetes. “Teniendo en cuenta la cantidad de niños que morían o quedaban gravemente discapacitados por la meningitis no me puedo quejar. Tuve hasta suerte.” añade con su socarronería valenciana.
“Las primeras barreras me las pusieron mis padres con su mejor intención -añade el dakariano- que me encerraron en una burbuja de sobreprotección. Hay que entender que no había tanta información y que la diebetes casi se ocultaba. Nada de moto, nada de bici… y me pusieron a estudiar música, a estudiar trompeta”.
Paradójicamente, gracias a la trompeta, esa burbuja se rompe. Dani empieza a viajar por toda España tocando con orquestas, con su insulina y su jeringa en una nevera pero descubriendo que hay vida más allá de la enfermedad y por supuesto, lo que viene después son las anheladas motos.
En 2003 empieza a tomar parte en rallys locales ocultando su condición de diabético ya que, en aquel momento, eso le hubiera supuesto que su inscripción no hubiera sido aceptada.
Las carreras quedan aparcadas unos años por motivos laborales hasta que en 2012 una tragedia personal actúa como un terrible aldabonazo en la conciencia de nuestro piloto.
Su hijo de 6 meses fallece de muerte súbita y Dani decide hacer frente al dolor volcándose en hacer realidad el sueño de su vida: el Dakar.
Esas mismas navidades, medio en serio, medio en broma, comienza la preparación para la futura participación en el raid.
–“La muerte de mi hijo Quique me enseñó de la manera más terrible, cruel y dura que la vida puede acabarse en cualquier momento, que el tiempo pasa deprisa y que hay que esforzarse por vivir como se quiere vivir”.
El sueño cobra forma
El proyecto “Un diabético en el Dakar” comenzó a tomar verdadera forma cuando Dani Albero conoció a su amigo Jordi Company durante una Baja España. Gracias a sus contactos, ambos lograron que la Universidad de Gandía se involucrara en el proyecto y lo arrancaron en su comunicación.
-“Encontramos un sponsor y debutamos en 2019 en Perú, en la última edición en Sudamérica -explica Albero- pero fue bastante mal. Me rompí la muñeca justo antes de tomar la salida y la medicación hizo que las vacunas me hicieran reacción. Además no conseguí adaptar bien el cuidado de mi diabetes al ritmo de la carrera. El Dakar no se puede recrear y yo, como todos, he tenido que aprender sobre la marcha”.
En 2020, en Arabia Saudí a la moto del valenciano se le rompe el embrague a 35 kilómetros de la meta pero se reengancha a la carrera hasta que en la etapa 9 la mecánica de dice definitivamente basta. “Pero fue un Dakar en el que aprendí mucho. Ya llevaba una bomba de insulina y lo llevé mejor aunque los parches se despegaban y eso me obligó también a aprender cómo prepararlos para la prueba” explica nuestro interlocutor, que prosigue “al año siguente compramos una KTM Rally Replica estupenda con la que entrenamos muy duro y llegué muy fuerte. Corrí con una bomba de insulina integrada que me facilitó mucho las cosas y aguantó perfectamente y ya acabamos el rally”.
En 2022 el equipo volvió al Dakar ya en coche, con un Toyota Land Cruiser 90 D4D del año 99, dentro de la Dakar Classic. Como no tenía presupuesto para contratar un mecánico se hizo él mismo el mantenimiento tras horas de tutoriales en YouTube, Facebook, grupos especializados, etc…
El coche se rompió en la cuarta etapa, perdiendo un día y reanudando el rally dos jornadas más tarde.
Finalmente en el 2023 y con el mismo coche, bautizado “Glucohete” por la comunidad que sigue las aventuras del de Carcaixent, finalizó en la decimosegunda posición de la categoría y la 29 de la general.
Un futuro en azul
Pero más allá de los resultados deportivos o de culminar un sueño de juventud, “un diabético en el Dakar” pretender ser un medio para animar a las personas que padecen esta enfermedad a hacerla posible con la práctica del deporte y para visibilizar la enfermedad.
“Por eso llevo el pelo azul, el coche es azul y todo en el equipo es azul. El azul es el color de la diabetes. Además damos conferencias y todos los datos de gestión de la enfermedad que obtenemos durante las carreras los ponemos a disposición de la Doctora Teresa Martinez, Endocrinóloga de La Coruña, para que puedan ser utilizados en estudios”.
Albero siempre recuerda que detrás de este proyecto está la memoria de su hijo, al que recuerda con las siguientes emotivas palabras:
“Viniste al mundo por un tiempo muy limitado, justo el tiempo necesario para saber que te ausentabas para realizar algo que desde aquí no podías alcanzar. Yo sigo intentando alcanzar mis sueños, y me supone un gran sacrificio no tenerte a mi lado, pero mi principal deseo es el ayudar a mucha gente. Así lo decidí, y acepte. “Que grande eres hijo mío”. Por ti va esta historia, una historia que seguro quedará grabada en el corazón de miles de personas”.
Periodista de motor desde hace casi 30 años. También viajo, hago radio, me defiendo con la cámara de fotos, soy un apasionado perico... y tengo un gato que se llama Palpatine. Reivindico el uso realista, responsable y sin dogmatismos del automóvil y de la moto; en ellos viajan el progreso, la libertad y los sueños.