El 911 en su serie G fue una de las gamas más completas y diversas de la historia del mítico deportivo alemán
El Porsche 911 de la Serie G es todo un icono del automovilismo. Fabricado durante 16 años, esta serie G está considerado uno los deportivos más reconocidos de todos los tiempos.
Hoy damos un pequeño repaso a la historia de esta generación de Porsche 911 desde sus inicios en el año 1973 y hasta el 1989, cuando finalmente se sustituyó.
Un pasado con gran peso específico
El año 1973 fue el final de la generación F, un 911 que hasta la fecha ofrecía el deportivo en versión Coupé y la Targa. Las versiones básicas desarrollaban una potencia de 165 CV, mientras que los S alcanzaban 190 CV. Esta potencia la suministraba un seis cilindros bóxer de 2.4 litros.
Por supuesto también estaba la versión Carrera RS 2.7, que con un motor de 2,7 litros alcanza los 210 CV y que se diferenciaba del resto por su característico alerón trasero de «cola de pato», que garantizaba la carga aerodinámica necesaria en el eje trasero.
Y llega la generación G
Así pues el 911 serie G llegó al mercado en septiembre de 1973. Estéticamente llamaba mucho la atención, con unos paragolpes mucho más grandes que antes, más rectangulares y presentaban unos fuelles distintivos en los laterales. Podían soportar pequeños golpes de aparcamiento sin sufrir daños hasta una velocidad de 8 km/h.
En la parte delantera, los intermitentes se integraron en el paragolpes por primera vez en un 911. Esto cambió radicalmente el diseño en comparación con el predecesor, haciendo que pareciera mucho más moderno.
La parte trasera apenas cambió, pero el nuevo paragolpes con fuelle, junto con un reflector rojo con el logotipo de Porsche situado entre los pilotos, crearon una apariencia completamente nueva y significativamente más moderna. El nuevo modelo también se benefició de un sistema de escape con mayor protección contra el óxido.
En el interior, el estilo recibió contornos más definidos. Los asientos deportivos con reposacabezas integrados, que siguen siendo tan familiares hoy en día, se utilizaron por primera vez en 1973. Se estrenaron las tapas para los compartimentos de las puertas, que se convertirían en una característica reconocida de Porsche. El volante y las palancas de luces eran nuevos y había dos rejillas de aire adicionales.
Llega el seis cilindros 2.7
El Porsche 911 serie G adoptó el motor de seis cilindros del primer Carrera RS 2.7. Se suprimió la denominación E y el nuevo modelo básico pasó a llamarse simplemente «911«.
Desarrollaba una potencia de 150 CV, mientras que el 911 S alcanzaba los 175 CV. Ambas versiones estaban equipadas con una nueva inyección K-Jetronic de Bosch. El modelo estrella seguía siendo el 911 Carrera, con 210 CV. Con una velocidad máxima de 240 km/h, el Carrera contaba con una parte trasera 4,2 cm más ancha en comparación con los modelos menos potentes, para poder acomodar la mayor vía posterior.
La serie G tenía una caja de cambios de cuatro velocidades de serie, con una caja de cinco velocidades disponible como opción. El modelo básico y el 911 S también podían pedirse con la caja de cambios Sportomatic de cuatro velocidades, pero se vendía en cantidades muy reducidas.
Carrera RS: de competición
Paralelamente, Porsche también renovó el Carrera RS en 1973 para que siguiera siendo competitivo en las carreras. Como máximo exponente tecnológico de la gama, fue el primer 911 en recibir un nuevo motor de 3.0 litros. Solo se construyeron 110 unidades de este potente 911 de 230 CV. En el nuevo Carrera RS 3.0, Porsche recurrió en la medida de lo posible a materiales ligeros: la versión de calle pesaba 1.060 kilogramos. Los paragolpes, mucho más voluminosos, eran especialmente llamativos, ya que, entre otras cosas, ofrecían espacio para un conducto de refrigeración de aceite en la parte delantera. Aquel Porsche 911 RS alcanzaba una velocidad máxima de 245 km/h y reducía el tiempo del Carrera de 0 a 100 km/h a 5,3 segundos.
A pesar de ello, el Carrera RS 3.0, desarrollado para competición, pero también disponible como vehículo homologado para la carretera, no pasaría a los libros de historia como el más legendario de todos los Serie G del 911. Esto se debió a que estaba a punto de debutar una versión completamente nueva del 911, que se convertiría en el superdeportivo icónico.
Turbo: un superdeportivo
El Porsche 911 serie G llevaba aproximadamente un año en el mercado cuando Porsche presentó en el Salón del Automóvil de París, en otoño de 1974, el coche de serie más potente de su historia: el 930 Turbo.
Porsche tomó el motor base del Carrera RS 3.0 y lo equipó con un turbocompresor para alcanzar los 260 CV, el resultado fue extraordinario. Sin embargo, no era tanto el hecho de que el deportivo pudiera alcanzar fácilmente una velocidad de 250 km/h y acelerar de 0 a 100 km/h en solo 5,5 segundos, porque el Carrera RS 3.0 ya había alcanzado cifras similares. Era la forma en que el motor turboalimentado entregaba su potencia al suelo, con un empuje tan brutal.
Cuando el turbocompresor, acelerado hasta unas 90.000 rpm por el gas de escape caliente, introducía el oxígeno en las cámaras de combustión del motor de seis cilindros, el Porsche salía catapultado hacia delante, haciendo de él un coche tan apasionante como delicado de pilotar. Fue precisamente este elemento de «peligro» lo que convirtió inmediatamente al Turbo en una leyenda.
A nivel estético el alerón y la parte trasera más ancha se convirtieron en los rasgos visuales distintivos del Turbo. En 1977, la cilindrada del motor aumentó a 3,3 litros y la potencia a 300 CV.
Targa: el coche de culto
La serie G también estuvo disponible desde el principio como Targa en las variantes 911, 911 S y Carrera. El techo rígido fue una novedad, ofrecido solo en 1974 antes de ser sustituido de nuevo por el techo plegable, mucho más práctico. Aunque el Targa se desarrolló realmente para cumplir la normativa de seguridad de EE. UU., ganó una popularidad inmediata entre los conductores de 911 de todo el mundo y se convirtió pronto en una versión fija de la gama Porsche.
La versión básica del Targa seguía contando con el motor de 2.7 litros, pero con 165 CV en lugar de 150 CV. El Carrera, en las versiones Targa y Coupé, estaba equipado con un motor de 3.0 litros de 200 CV.
De serie, todos los modelos estaban equipados con un espejo retrovisor exterior con carcasa pintada en el color del vehículo, que además tenía ajuste eléctrico y calefacción. El espejo tenía un coste adicional para el lado del acompañante.
Cabriolet: el más elegante
En la primavera de 1982 se lanzaba la carrocería descapotable del Porsche 911 serie G, se trataba del 911 SC Cabriolet en variante de carrocería estrecha. Tenía una rigidez torsional excepcional e impresionaba por las líneas perfectas de su diseño. La capota estaba hecha, en gran parte, de piezas sólidas moldeadas y generaba un bajo ruido aerodinámico. A diferencia de lo que ocurría con muchos descapotables de la época, el techo era absolutamente estanco e incluso apto para los túneles de lavado. La luna trasera de plástico se podía abrir por separado con una cremallera.
Inicialmente adoptó los motores del 911 SC “Super Carrera” que para entonces tenían una potencia de 188 CV (1979) y de 204 CV (1980) ofreciendo una velocidad máxima de 235 km/h, la misma que el Coupé y el Targa, era uno de los descapotables más rápidos del mundo. Aceleraba hasta los 100 km/h en solo 6,8 segundos. El Cabriolet fue también el primer 911 en Europa en estar equipado de serie con un espejo exterior en el lado del pasajero.
En 1983, la potencia del motor atmosférico, entonces con una cilindrada de 3.2 litros, aumentó a 231 CV en todas las versiones. Al mismo tiempo, Porsche volvió a la denominación Carrera, en lugar de SC.
Speedster: el singular
Un año más tarde, la marca presentó un Porsche 911 serie G de carreras para participar en categoría Grupo B pero homologado para la carretera, el 911 SC/RS 3.0 de 250 CV. En 1986 implementó en Europa el catalizador de tres vías, introducido por primera vez en Norteamérica.
La potencia con el catalizador de tres vías se redujo a 217 CV y el motor requería gasolina sin plomo. En 1987 le siguió el 911 Clubsport, que pesaba 100 kilogramos menos y tenía un límite de 300 revoluciones por minuto superior.
Al mismo tiempo, se lanzaron las versiones Cabriolet y Targa del Turbo y, para rematar, Porsche presentó el 911 Speedster atmosférico en el Salón de Fráncfort. En 1988 estaba disponible en dos variantes, con la parte trasera normal o la ensanchada del Turbo. Solo se fabricaron 171 ejemplares del Speedster estrecho. En julio de 1989, un Coupé marcó el final de la Serie G. En color blanco Grand Prix, con carrocería de anchura normal y techo corredizo, muchos lo calificaron de «perfecto«.