Cuando uno piensa en el mundo del deporte del motor, es inevitable que la mente vuele a otras épocas, quizás más románticas, en las que los pilotos se arriesgaban cada vez que salían a pista. Sabían cuando se iban de casa para cada evento, pero no sabían si volverían. Y desafortunadamente, muchos de ellos no lo hicieron. A día de hoy, por fortuna, la seguridad es mucho mayor y aunque en tiempos recientes ha habido algún susto de más, la realidad es que casi se puede decir que el interior de un coche de carreras es casi el lugar más seguro de un circuito…
Sin embargo, la imagen que encapsulan los pilotos de carreras sigue siendo la de valientes gladiadores que se juegan el tipo cada domingo, aunque en realidad estén a menudo más cerca de tener un perfil de ingeniero, con tanto conocimiento técnico y mecánico que deben tener, y con la cantidad de botones y diales que deben manejar mientras conducen para asegurarse que sus máquinas están dentro de los parámetros deseados. Vamos, que en lugar de estar viendo Top Gun, estamos más cerca de ver Interstellar, donde cada movimiento está más que calculado y la heroicidad pasa a menudo a segundo plano.
Es por eso que al público le siguen gustando los pilotos valientes, ya sea dentro o fuera de la pista. Está claro, a todo el mundo le entretiene un piloto aguerrido que realiza adelantamientos al límite y se lleva grandes victorias inesperadas. Pero a veces, estas no pueden llegar sin una buena dosis de riesgo fuera de pista, sea en los despachos o detrás de los garajes, con cuchicheos entre los camiones. Si miramos fuera de la Formula 1, Alex Palou es seguramente uno de los mejores ejemplos de un piloto que se arriesga. Porque sí, en efecto, el catalán ha tomado riesgos en su carrera deportiva, pero a día de hoy todos le han salido bien.
El piloto que arriesga
En ese sentido, quizás sería más justo hablar de audacia, más que de riesgo, puesto que quizás esta última palabra tiene una connotación algo más negativa que implica que, a veces, las cosas no salen como uno quiere. Palou dejó atrás el difícil mundo de la GP3 justo cuando empezaban a llegar los resultados que su talento ameritaba. Su destino, uno que pocos entendieron, era Japón. Allí se reinventó. Fuera de la escalera de la Fórmula 1, demostró su capacidad de adaptarse a un entorno completamente nuevo y estuvo peleando por el título de la Fórmula 3 japonesa contra pilotos de fábrica. Le faltó estar en un equipo más competitivo, pero el mensaje había sido alto y claro.
De hecho, tanto era así que, tras un año de vuelta a Europa en la Fórmula 3 a la espera de un prometido paso adelante en Japón, debutó en la Super Fórmula. Lo hacía con Nakajima Racing, un equipo con historia pero sin buenos resultados recientes. Palou elevó al equipo a un nivel que no había visto desde el título de Loïc Duval en 2009 y lo hizo a pesar de ser un debutante. Que no se llevara el título se debió a una gran dosis de mala suerte cuando equipo y piloto lo habían hecho todo bien. Una pieza del escape que se soltó después de su última parada en boxes del año. La expresión de ‘ganador moral’ nunca había sido tan acertada.
Palou podría haberse quedado en Japón, donde Honda peleaba por retenerle mientras Toyota le pretendía. Pero su audacia le decía que sus metas tenían que estar más arriba. Estados Unidos, la IndyCar y las 500 millas de Indianápolis. Tirando de contactos japoneses, se las arregló para dar el salto al prestigioso certamen estadounidense, donde brilló en su año de debut. Todo ello le valió un volante en Chip Ganassi Racing, uno de los equipos más prestigiosos en el país de las barras y las estrellas. El objetivo, decía, era ganar. Y ganó en su primer intento ‘de verdad’. Y que a día de hoy no haya ganado la Indy 500 es, casi, una cuestión de serendipia.
Un momento delicado
Es por eso que a nadie debería sorprenderle en exceso que, a pesar de su feliz vida deportiva en Estados Unidos, algo dentro de Palou le animara a seguir mirando hacia arriba. A sus 25 años, sería absurdo atar toda su carrera deportiva a un mismo campeonato, si apareciera una oportunidad de seguir escalando. Y esta apareció. Cortesía de su situación contractual con Chip Ganassi Racing, del renovado interés de la Fórmula 1 en la IndyCar gracias a sus actuales jóvenes talentos y al título del propio Palou, y a la siempre emprendedora actitud de Zak Brown, se abrió una conversación.
Es casi indiferente que se llegara a confirmar que Palou pasaba a formar parte de la familia McLaren, que él dijera públicamente que no iba a seguir con Chip Ganassi Racing o que hubiera una demanda mientras el piloto seguía subiéndose a su coche en cada carrera (¡!). Lo fácil hubiera sido descentrarse, venirse abajo, dejar de rendir en una estructura en la que, a pesar del buen ambiente, la incomodidad tenía que ser palpable. Piloto y jefe se esquivaban, quizás por el miedo de las implicaciones legales de lo que fuera que pudieran hablar.
Se reencontraban en las celebraciones tras los repetidos buenos resultados del español, que nunca dejó de estar a la altura y siguió siendo candidato en la lucha por el título hasta la penúltima carrera. De no haber tenido un par de instancias de mala fortuna ajena a su control, las opciones se hubieran mantenido hasta la última prueba. Es difícil ver si repetir el título hubiera sido entonces posible, pero ver cómo en mitad del momento más complicado de su carrera deportiva seguía rindiendo al mismo nivel de siempre, es el mejor ejemplo de su profesionalidad, como también los abrazos con el equipo del Ganassi número 10, su coche.
Y final feliz
Al final, acabó habiendo acuerdo entre todas las partes; Palou seguirá teniendo coche competitivo (y el equipo, a un campeón), ganó la última carrera del año con una autoridad insultante y su acuerdo con McLaren sigue existiendo en todo lo relacionado con la Fórmula 1. Esto significa que, aunque seguirá en la IndyCar con el mismo equipo con el que ha competido las dos últimas temporadas, es libre de seguir trabajando con McLaren, fuera de esta categoría.
En definitiva, en cierta forma Palou se ha vuelto a salir con la suya, una vez más. Llamémosle riesgo, audacia o atrevimiento. Su talento es evidente y ‘tito’ Zak Brown ha visto en él a un posible piloto de futuro. Al americano le gusta tomar riesgos. Lo hizo al subir a un jovencísimo Lando Norris a la F1 y le funcionó. Con Daniel Ricciardo salió algo más rana. En 2023 contará con Oscar Piastri como su reemplazo. Y mientras tanto, ha ido realizando pruebas con Colton Herta, Pato O’Ward o el propio Alex Palou en el Fórmula 1 de la pasada temporada.
De momento, la historia acaba con un final relativamente inesperado, con el debut de Alex Palou en una sesión de un Gran Premio de Fórmula 1. Cuando se suba al McLaren MCL36 en la primera sesión de entrenamientos libres del Gran Premio de Estados Unidos en Austin, se convertirá en el décimo octavo piloto español en tomar parte en alguna sesión de un fin de semana de un GP puntuable de la máxima categoría. En 2023 le toca cumplir expediente al seguir con Chip Ganassi Racing en la IndyCar. En 2024, la vida dirá. De momento, Alex Palou sigue arriesgando, y ganando. Como siempre.
Amante del automovilismo enfrascado en la eterna búsqueda del equilibrio entre cultura latina y tradición nipona. Seguí de cerca la transformación de Pedro de la Rosa en "Nippon Ichi" antes de vibrar con Àlex Palou en la Super Fórmula. En mis ratos libres me entretengo buscando información sobre certámenes nacionales de Fórmula 1 y carreras no puntuables.